Nadie debe minar tu autoestima sin tu consentimiento.
La autoestima condiciona cada minuto de nuestra existencia. Por ello, una autoestima sana es imprescindible para que nuestro proceso vital se desarrolle con normalidad. Funciona como nuestro sistema inmunológico, proporcionándonos fuerza y resistencia. Por el contrario, cuando el nivel de autoestima es bajo se reduce nuestra resistencia ante las adversidades de la vida.
Además, la autoestima tiene una clara influencia sobre nuestro comportamiento innovador.
Reflexionemos poniéndolo sobre nuestra piel: si la cultura es innovadora, si nos sentimos cómodos en la empresa, si tenemos la suerte de que nuestro jefe sea un gran líder, si somos personas creativas, si tenemos una buena autoeficacia tecnológica… pero nos sentimos sin autoestima y creemos que nosotros no valemos. ¿Intentaremos innovar?
Para la Real Academia Española, el verbo «estimar» significa: «apreciar, poner precio, evaluar algo». También se ofrece como definición «juzgar, creer». La autoestima es, por lo tanto, el valor que nos damos a nosotros mismos. No es algo que refleje lo que los demás piensan de nosotros; es el resultado de nuestra propia medición. Para entender su significado es de mucha ayuda comparar su naturaleza con el autoconcepto, elemento que posee un significado claramente distinto, pero que en muchas ocasiones se utiliza como sinónimo. El autoconcepto es la estructura cognoscitiva que refleja quienes creemos que somos. Recoge cómo nos vemos a nosotros mismos. Por el contrario la autoestima muestra el juicio sobre lo que creemos que somos.
También es importante no confundir la autoestima con el narcisismo. Sería un gran error. El narcisismo es una autoadmiración patológica. Es el amor excesivo hacia uno mismo. De hecho, no solo no son sinónimos, sino que en muchos casos viajan en polos opuestos. Un alto narcisismo se asocia casi siempre con una baja autoestima. Es un mecanismo defensivo.
Cuando se agudiza puede incluso diagnosticarse como trastorno mental: el trastorno narcisista de la personalidad (American Psychiatric Association, 1994). Una buena autoestima proporciona fortaleza, energía y motivación. Las personas con una autoestima alta son más ambiciosas en todos los aspectos de la vida, y tienen mayores probabilidades de éxito. Buscan aprender de las experiencias vitales, y se preparan para enfrentarse a los desafíos. Se caracterizan además por ser resistentes al fracaso y porque suelen ser más felices.
Por otro lado, las personas con una autoestima sana son normalmente más optimistas y tienen mayor sentido del humor. Curiosamente, son personas que parecen más atractivas que el resto.
Por el contrario, un bajo nivel de autoestima es una contrastada causa de trastornos fisiológicos y psicológicos. Estas personas encuentran menos fuerza y se muestran más negativas sobre su capacidad para hacer frente a sus propios retos. Por ello, suelen buscar seguridad y huyen de la incertidumbre. Además, son más vulnerables y se enfrentan con mayor dificultad a los problemas cotidianos de la vida. Son menos felices, menos atractivas, y tienen menos éxitos, todo ello en una espiral negativa que se retroalimenta y que no para de crecer.
Abraham Maslow, reconocido psicólogo americano, lo resumía muy bien: «la satisfacción de la necesidad de autoestima conduce a sentimientos de autoconfianza, valía, fuerza, capacidad y suficiencia, de ser útil y necesario en el mundo». Por ello, como nos advertía Eleanor Roosevelt, ex primera dama de Estados Unidos: «nadie debe hacerte sentir inferior sin tu consentimiento». ¿Lo aplicas?
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