«El talento y el esfuerzo son condiciones necesarias, aunque no suficientes»

Daniel Sánchez Reina

¿Te has preguntado alguna vez qué es lo que te ha conducido a tu situación actual,personal o profesional? ¿Te sientes realizado/a en tu trabajo? ¿Y en tu vida privada? ¿Has experimentado el éxito profesional, entendido no como la concepción que puedan tener los demás sino como tú lo sientes? ¿Qué te ha conducido a que te sientas feliz o desdichado/a?

Voy a limitar las reflexiones de este artículo al ámbito profesional, aunque son perfectamente extrapolables al terreno personal. Me gustaría conseguir un doble objetivo: por una parte, hacer una llamada a la humildad, agitando las conciencias de quienes se sienten realizados profesionalmente; por otra, servir de acicate y situar la expectativas en su lugar adecuado para quienes todavía no han alcanzado ese deseable estado.

Mi tesis es la siguiente: las causas que provocan que un profesional alcance ese nirvana laboral que llamamos éxito o realización –serán sinónimos para algunos y cosas distintas para otros, aunque irrelevante a efectos de estas reflexiones- son 3, y la más determinante –que no la más importante- no depende de ti. Te vuelvo a escribir la última parte de la frase anterior, por si se te escapó: ‘la más determinante no depende de ti’.

Permíteme que, a modo de concurso, distribuya premios entre los integrantes de esa terna, en función de cuán determinantes son en nuestro ‘Aquí y Ahora’ profesional. El galardonado con el tercer premio ‘Aquí y Ahora’ es uno de nuestros grandes aliados: el TALENTO:
El talento puede ser innato o adquirido. El innato acostumbra a tener poco recorrido. Se torna en poco útil si no lo vamos perfeccionando con técnica, dedicación y disciplina. Para que sea eficaz tenemos que ir transformándolo en ‘adquirido’, aprovechando la base innata, si la tenemos. Puedes haber destacado (talento) de niño en habilidades matemáticas, pero si en lo que decides desarrollarte es en las artes plásticas, no tendrás la capacidad de resolver ecuaciones diferenciales de adulto. E igualmente, si destacaste de niño por tus espectaculares retratos al carboncillo pero tan solo lo practicabas en los ratos de aburrimiento, dedicando la mayor parte del tiempo a las ecuaciones diferenciales, será más probable que te conviertas en un referente en el campo de las matemáticas que en el de los retratistas al carboncillo.
Y nada mejor que aprovechar esta mención a la dedicación, para introducir al segundo galardonado de los premios ‘Aquí y Ahora’. Por su denodada entrega y labor fundamental en nuestro crecimiento, el segundo premio es para… el ESFUERZO:

El esfuerzo tiene que ver con el sentido de propósito. Tenías un objetivo, más o menos consciente, más o menos explicitado, más o menos concreto. Quizás no tenía que ver directamente con la carrera profesional que has acabado teniendo, pero sabías lo que querías conseguir a través de ella. Tenías ambición. Permíteme una digresión sobre este concepto: en las culturas de tradición afiliativa como la nuestra –es decir, que buscan la aprobación del colectivo para sentirse queridos- la palabra ‘ambición’ tiene connotaciones negativas. Lo asociamos a llegar al destino pisando a los demás, a que el fin justifica los medios, al juego sucio y a la corrupción. Y el diccionario no colabora demasiado en eliminar esa pátina negativa: según el de la RAE, ‘ambición’ es deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama. Y no contempla más acepciones. En los países anglosajones ‘ambition’ tiene varias acepciones, dependiendo del diccionario escogido, que se resumen en tres: 1. strong desire for success, achievement, or distinction ; 2. something so desired, goal, aim ; 3. A desire to do things and be active. Es decir, una primera que es la más parecida a la nuestra aunque bastante más suave y sin carga peyorativa, y dos más que se refieren al espíritu de superación y a sentirse activo. Tanto es así, que te recomiendo que si quieres encontrar trabajo en un país de raíz anglosajona o hacer negocios con ellos, ante la pregunta de si eres ambicioso -la suelen hacer-, respondas sin pestañear que sí. Le conceden mucha importancia. No encuentran conflictos como nosotros con la ética porque no los tiene: una cosa es ser ambicioso y otra un trepa.
Piénsalo: si tuvieras que contratar a alguien para un proyecto o negocio donde has invertido tu pasión, tu tiempo y tu dinero, ¿contratarías a quien mantiene una actitud pusilánime ante la pregunta de la ambición, o a quien te manifiesta rotundamente y con brillo en los ojos que sí, que tiene ambición?
Yo no tendría duda alguna: quien tiene ambición tiene espíritu de superación, y por tanto contribuirá a que mejore lo que hay a su alrededor porque querrá sentir como suyo ese logro. He conocido en mi vida a muchas personas así, ambiciosas en sentido anglosajón, grandes profesionales, para los que el respeto y la ética son los pilares que sustentan toda actividad.
Volviendo al esfuerzo, es difícil que se te ocurra alguna buena idea sobre física cuántica si no inviertes tiempo en esa materia, ¿verdad? Esfuerzo y pasión acostumbran a pasear de la mano. El esfuerzo fortalecerá nuestros talentos e incluso generará talentos nuevos, esos adquiridos a los que me refería antes. El sentido de propósito contribuirá a que los obstáculos sean superados, con mayor o menor facilidad. El esfuerzo es el vehículo que transporta nuestros talentos. Sin él están condenados a no salir del sofá de casa, desde donde muy pocas victorias se han conseguido.

Y ahora llega el momento más esperado de la gala: la entrega del primer premio ‘Aquí y Ahora’. El primer premio es para… el AZAR.

Sí, sí… el azar… ese elemento que no depende de ti, esos factores externos sobre los que tu influencia es nula.
Si eres de los que creen que las casualidades no existen, que el azar no es tal sino que nosotros nos lo labramos y que vamos topándonos con aquello que vamos mereciéndonos, es probable que ahora hayas comenzado a desconectar de mi reflexión y no te interese seguir porque estoy negando una de tus creencias.
Lamentaría mucho que abandonases ahora la lectura, porque queda poco y porque quiero darte mis razones.
El azar es nuestro flamante ganador porque por todo el talento que tengas y todo el esfuerzo que le eches, si no te acaricia con sus suaves manos es probable que no encuentres tu lugar. El talento y el esfuerzo son condiciones necesarias –enfatizo: absolutamente necesarias-, aunque no suficientes.

Barco sin rumbo no encuentra viento favorable. El azar sin esos otros dos elementos no sirve de nada.

Te propongo que pienses en situaciones que has vivido en primera persona o has asistido como espectador en tu entorno: ese puesto al que pudiste acceder porque se jubiló el titular anterior o tuvo una larga enfermedad; ese nuevo trabajo que te encanta y que de no ser porque abandonaste la empresa por un jefe al que no soportabas nunca hubieras encontrado; ese amor al que encontraste por casualidad –la única forma de encontrarlo- y seguiste a otra ciudad donde se te abrieron nuevas y emocionantes oportunidades; ese negocio que fracasó porque la crisis lo azotó sin piedad y te forzó a buscarte la vida de otra manera; ese hobby que decidiste retomar después de tantos años sin practicarlo y que te puso en contacto con un nuevo círculo de amistades y proyectos; ese libro que cayó en tus manos en la adolescencia de forma casual e inesperada, y que te generó el interés por tu campo de especialización actual; ese error administrativo que provocó que no pudieras acceder a esa institución o ese puesto que te habías puesto como objetivo y que te obligó a reorientarte… Navega en tu vida pasada, lector, y con alta probabilidad encontrarás tu propio ejemplo.

En mi vida he tenido dos situaciones en que el azar obró claramente. La primera y más relevante fue cuando la primera empresa en la que trabajé después de finalizar mis estudios, una consultoría dedicada a la automatización de los procesos operativos en plantas logísticas y de producción, consiguió un contrato con una gran multinacional del sector de la electrónica. Una saturación de carga de trabajo para otros clientes en los que estaban inmersos mis compañeros, provocó de forma directa que fuera a mí a quien se otorgara la responsabilidad sobre el proyecto en la multinacional. Al cabo de unos meses la consultoría quebró y ese cliente me ofreció contratarme en su plantilla.

Aprendí tanto de esa experiencia y me abrió tantas puertas, que probablemente este artículo no se habría escrito sin esa conjunción azarosa. La segunda experiencia comenzó cuando, de la forma más tonta e inesperada, me topé en internet con el nombre de una persona que me sonaba mucho, hasta que caí en la cuenta de que se trataba de un antiguo compañero de estudios. Le contacté, fuimos a cenar, y al cabo de unos meses acabé incorporándome en su empresa, en un momento en que me apetecía un cambio profesional. Sin esa experiencia probablemente tampoco existiría este artículo.
Hace unos años leí ‘Good to Great’, de Jim Collins, un libro donde trata de explicar los factores diferenciales que llevaron al éxito a 11 de las más grandes corporaciones estadounidenses. La mayoría de los máximos directivos de esas empresas, preguntados sobre el factor más determinante en su éxito, respondían: ‘Por encima de todo, la suerte, acompañada de visión estratégica y mucho trabajo’. Me sorprendió positivamente la humildad que denota una respuesta así.
Tú decides qué es el éxito profesional para ti. Es una dimensión absolutamente individual, conectada con los valores y las expectativas de cada cual. Permíteme que insista en que, sea lo que sea para ti, para poder acceder a él es imprescindible que explotes tu talento e inviertas mucho esfuerzo. Bien equipado con esos dos útiles en tu mochila, podrás subirte a los trenes azarosos que pasarán por la estación de tu vida.

ÉXITO = AZAR + 2/3 ESFUERZO + 1/3 TALENTO

Te deseo lo mejor.

Daniel Sánchez Reina

Daniel Sánchez Reina

Articulista y colaborador habitual en las secciones de economía y empresa de varias cadenas de radio y revistas especializadas, Daniel Sánchez Reina es coautor del libro El dilema del directivo, donde se aporta guía y criterio a los conflictos más habituales a los que se enfrenta todo profesional con responsabilidad sobre personas. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional como ejecutivo en compañías multinacionales. Físico de formación, orientó sus inquietudes hacia la transformación de las empresas en entidades eficientes, ampliando sus conocimientos en ámbitos como la economía, la tecnología, la logística, los recursos humanos y el coaching. Actualmente es cofundador, copropietario y socio ejecutivo de la firma de consultoría Powering the Efficiency, cuya misión es incrementar la productividad de las empresas a través de 3 palancas: la organización y sus procesos, las ventas, y el desarrollo de habilidades directivas y de equipos.

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1 respuesta

  1. Rafael Duarte dice:

    Si bien por principio discrepo de la preeminencia que le otorgas al AZAR, no puedo negar que hay un toque de certeza en reconocer que el talento y el esfuerzo (preparación) pueden desaprovecharse si no se «presenta» esa ocasión favorable.
    No obstante no le daría el primer lugar al AZAR ya que puedes tropezar con un sinfin de oportunidades que nunca se traducirán en beneficio si no cuentas con las habilidades (TALENTO) y la preparación adecuada.
    Saludos y gracias por la oportunidad de reflexionar que me ha proporcionado tu artículo.

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