¿Tu puesto de trabajo es impronunciable?

Antonio Alemán

He trabajado en multinacionales y esta viñeta de Forges me recuerda cuando estaba allí y llegué a la conclusión de que en esas compañías había dos formas de entender un puesto de trabajo- supongo que seguirá habiéndolas-: los que no había que explicar y los que había que explicar.

Si eres vendedor o jefe de contabilidad tienes que dar pocas explicaciones al respecto de tu puesto de trabajo y a lo que dedicas tu tiempo. No gozarás de un empleo de por vida porque dependerás de tus resultados, pero si cumples con tus objetivos de una forma consistente no deberías estar temeroso. Sin embargo, si cada vez que le dices a alguien tu posición, y ante la cara de incomprensión de tu interlocutor, necesitas explicar en lo que consiste y además con el agravante de que te lleva bastante tiempo, mas te vale que empieces a buscar una posición de la que primera categoría, que normalmente tendrá que ser en otra compañía.

Animaba a mis compañeros a no coger posiciones de la segunda categoría porque cuando tu estás en una de ellas has entrado en un mundo proceloso del que difícilmente saldrás airoso.

El puesto, tan bien ilustrado en la viñeta, surge de formas diferentes que paso a comentar. Puede ser la consecuencia de algún iluminado con una fantástica idea que monta un proyecto que no se sostiene pero que alguien le ha autorizado. Cuando el fracaso ya es un hecho, el iluminado y sus huestes suelen salvar el pellejo y empiezan a deambular-como muertos vivientes- por posiciones que hay que explicar, casi ninguna real.

La segunda razón para crear esas posiciones suele ser la  materialización de un arabesco lateral para  alguien que ya ha llegado al final de su carrera– o realmente ya no contribuye- y a quien se busca un acomodo. Los puestos de subdirección me parecen un gran ejemplo al respecto, pero hay muchos más.

Nunca he comulgado con estas decisiones y personalmente he preferido decidir la forma de acabar antes de ser pillado a contrapié o empezar a ocupar posiciones de la viñeta de Forges.

Otra fuente de inspiración para estos puestos ha sido el gran crecimiento económico anterior a la crisis- cuando se ataban los perros con longaniza- y se creaban empresas o proyectos, en general especulativos sin un valor económico real, donde los promotores se enriquecían individualmente y donde sus adláteres, o se llevaban parte del pastel o disfrutaban de un puesto de trabajo con excelentes salarios y con denominaciones rimbombantes- manager senior chief of staff adviser´s coordinator-.

Estas historias tienen siempre mal final con una victima, que de repente se encuentra sin su magnifico puesto y sin muchas posibilidades de emplearse porque los adláteres generalmente son sobresalientes en lealtad pero bastante vulnerables profesionalmente, y aquellos que han tirado la toalla y se han dejado llevar pierden la capacidad de reacción.

Irresponsabilidad o paternalismo son los comportamientos del manager que subyacen en este tipo de decisiones, que curiosamente suelen ser bien aceptadas por muchos de los afectados. Absurdo el paternalismo y absurda la aceptación por parte del afectado, aunque es humano ante una mala situación personal sobrevivir  “de cualquier manera” antes que afrontar los «brutal facts».
Los managers tienen que actuar, desde arriba y a lo largo de la organización, con un alto nivel de exigencia, sin tolerancia hacia la mediocridad y resolviendo los problemas de performance mediante planes de mejora para los colaboradores. Así evitaran que se produzcan este tipo de situaciones, o peor aún, que se conviertan en cultura de compañía.

Estos planes de mejora solo pueden acabar de dos maneras, o bien con el colaborador en la senda del cumplimiento de objetivos o bien con su desvinculación. Nunca con una tercera via que aparque al colaborador bajo la tutela del manager o le deje al albur de los futuros acontecimientos y ya fuera de su control. Esta actitud es un gran error porque este tipo de problemas tendrían solución- cuando se afrontan a tiempo- pero se hacen crónicos si se evitan en su momento.

Seamos críticos a la hora de valorar un puesto de trabajo y los salarios asociados, asumamos nuestra capacidad profesional y seamos conscientes de que nadie da duros a peseta; tratemos de no vivir por encima de nuestras capacidades y si lo hacemos seamos conscientes de ello, y finalmente no acabemos protestando al maestro armero.

 

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